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Tras casi dos años de uso obligatorio de mascarillas, por fin ha llegado el momento de quitarlas, cosa que muchos esperaban con muchas ansias y otros con mucha ansiedad.
El uso de la mascarilla, si bien nos ha proporcionado una protección contra el COVID y sus variantes, también nos ha podido “proteger” de otras maneras, o más bien, nos ha podido servir para “escondernos”.
A lo largo de este tiempo, las mascarillas nos han dejado muchas molestias, nos han limitado a nivel conversacional, no solo por la dificultad de no acompañar el habla con la visión de los labios, ha interferido también a nivel auditivo, ¿y cómo no?, ha limitado también el uso de la comunicación no verbal y las expresiones partiendo de los gestos faciales.
Por su parte, también nos ha permitido adoptar otro tipo de gestos contenidos en la expresión “aprovechando que no me ven”, como el mantener la boca abierta mientras se hace alguna actividad o la lengua afuera, por ejemplo.
Ahora que desde hace unos meses se ha levantado la obligación de usar mascarilla en espacios abiertos, nos encontramos con este tipo de gestos que no habían sido adoptados de modo tan conscientes, además de encontrarnos también, con muchas personas que prefieren aún no quitarlas y que, de hecho, aun las mantienen.
Es cierto que muchas de las personas que usan las mascarillas en espacios abiertos, deciden mantenerla por evitar el contagio, es decir, de manera preventiva, sin embargo, estos no son la totalidad de los casos.
Actualmente hay muchas personas que prefieren mantener el uso de la mascarilla para no las vean.
Consultando con las personas, a mayores de encontrarse estos gestos de los cuales no habían sido conscientes, muchos han realizado comentarios como “con la mascarilla no me ven la cara cuando estoy amargado/a o molesto/a” “puedo disimular cuando estoy apática” “teniendo la mascarilla no necesito fingir felicidad”, y como estos comentarios, muchos otros…
Este tipo de observaciones no solo suelen venir de personas adultas, te sorprendería saber cuantos niños y adolescentes se refieren a la mascarilla como un medio de protección ante la expresión de sus estados emocionales, lo cual está cada vez más acompañados de inseguridades, baja autoestima, distorsiones de la imagen corporal y por supuesto, mucho malestar.
Esta situación está siendo cada vez más preocupante por el hecho de que muchos de estos jóvenes están prefiriendo aislarse antes que mostrarse a los demás; lo cual no solo empeora su malestar, sino que a la vez genera otros inconvenientes como la pérdida de habilidades sociales (lo cual ya se ha visto deteriorada por la situación pandémica), estrategias de afrontamiento, aumento de la timidez, mayor introversión, etc.
El haber utilizado la mascarilla tanto tiempo, ha favorecido el desarrollo de complejos y te daré algunos ejemplos de situaciones reales que se suelen escuchar:
“Tener la mascarilla puesta todo el día me ha generado acné e irritabilidad en la piel, con la mascarilla no se nota, pero al quitarla parezco un bicho raro, ¿cómo voy a dejar que me vean así?”
“Me ha empezado a gustar un chico, hemos hablado un montón por WhatsApp, pero no se si cuando me vea en persona sin la mascarilla le seguiré gustando”
Frases similares las escuchamos continuamente, sin contar aquellas en las que las personas se encuentran a disgusto con su cara o facciones, con lo cual, la mascarilla ha servido para ‘esconder’ estas características y sentirse más ‘seguros’.
Del mismo modo en que la pandemia ha ‘favorecido’ a las personas a quienes no les gusta el contacto físico, las mascarillas parece ser el salvavidas de muchas otras personas que no les agrada su físico, por ejemplo.
Es necesario abordar este tema y concienciarnos de lo que está sucediendo, entre los jóvenes especialmente, con la retirada de la mascarilla ya que muchas personas están sintiendo emociones displacenteras como la vergüenza y esto tiene numerosas consecuencias no solo a nivel relacional, sino también personal y sin duda alguna, la pérdida de autoestima es parte de ello.
Imaginemos por un momento que una persona – como en los diálogos presentados anteriormente– ha entrado en la adolescencia durante estos dos años y ha empezado a tener acné. Es probable que esto le de vergüenza, no quiera que sus compañeros de clases y amigos le vean con este brote y le preocupe el momento de tener que quitarla.
Aunque el acné suele ser transitorio, la influencia negativa que tiene sobre la propia imagen y la preocupación que genera las posibles reacciones de los demás, ocasionan un amplio y profundo malestar en esta persona, que hasta el momento, se había visto reforzado al no tener que enfrentarse a esta situación. Por tanto, encontramos a un/a joven, que está sufriendo, desde hace tiempo, y probablemente, sin exteriorizarlo.
Ejemplos como estos hay muchísimos y los profesores actualmente están logrando visualizar dicha problemática en las aulas, pero esto puede no ser suficiente ya que, como hemos visto, existe un trasfondo muy variado detrás del uso de la mascarilla.
Si te has sentido identificado/a con este artículo, si has escuchado algún comentario de tus hijos, sobrinos o incluso amigos, no lo dejes pasar y démosle a esto la importancia que tiene, que no es poca. Contacta con nosotros y pide ayuda; te estamos esperando.