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¿A qué llamamos Depresión?
Pueden existir muchos momentos que, por distintos motivos, nos podamos sentir tristes, acongojados, bajos de ánimos, desesperados y hasta podemos llegar a sentirnos vacíos. Sin embargo, al desaparecer o superar la situación que nos hace sentir de esta manera, estos síntomas también desaparecen y continuamos con nuestra vida de forma normal; como la hemos venido viviendo.
Pero… ¿Qué pasa cuando estos síntomas no desaparecen?
Cuando nos encontramos frente a una situación que nos desestabiliza, empezamos a experimentar sentimientos y emociones como las comentadas previamente (tristeza, congoja, desánimo, desesperación…), podríamos también darnos cuenta de que estos síntomas se mantienen durante un tiempo prologado.
Esto es lo que podemos empezar a llamar depresión.
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Entonces… ¿Qué es la Depresión?
La Depresión es un trastorno del estado de ánimo, que se caracteriza por tener ciertos síntomas asociados, como lo son el desánimo, la apatía, falta de motivación, infravaloración, desinterés por actividades que antes nos eran placenteras, agotamiento, variaciones en el sueño y la alimentación, entre otros. Lo más característico, es que esta sintomatología se mantiene en el tiempo y la persona que lo sufre puede no darse cuenta del tiempo que lleva encontrándose de esta manera.
¿Cómo surge la depresión?
El origen de este trastorno tiene una parte biológica en la que encontramos que existe un desequilibrio o funcionamiento alterado en la segregación de ciertos neurotransmisores como lo son la serotonina, dopamina y noradrenalina. Esto afecta al cumplimiento de su objetivo, que es conectar el lóbulo frontal (se encarga de la inteligencia y de estabilizar nuestra conducta) con la amígdala ubicada en el sistema líbico (donde se generan las emociones). Por otro lado, la depresión también tiene un componente ambiental.
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¿Cómo nos puede influir el ambiente en el desarrollo de la depresión?
Continuamente recogemos información del medio que nos rodea, empezando por la sociedad, la cultura en la que nos encontramos y la educación que recibimos. En este proceso de transmisión de información entre el medio y el organismo (es recíproco, el ambiente nos ofrece información y nosotros al ambiente) genera cambios en ambos y es lo que nos permite responder a las distintas demandas y a su vez adaptarnos.
En ocasiones, la información que recibimos puede ser amenazante o sencillamente desagradable y es en este momento cuando nuestro organismo responde con estrés, miedo, tristeza e/o ira y se activan las emociones adaptativas que nos permite hacer frente a dicha información. Cuando esta situación se prolonga en el tiempo y no logramos responder al ambiente, estas emociones se intensifican y es cuando puede generar conflicto en el organismo; ya que estas emociones adaptativas se transforman en desadaptativas por su propio descontrol. Es ahí cuando se desarrollan diversos trastornos entre los cuales se encuentra la depresión.
La cultura y la educación también son otros factores que intervienen en el desarrollo de la depresión.
Y esto es por el nivel de exigencia, por la presión de lo que está bien visto o lo que no y/o de lo que es o no aceptable.
Por ejemplo: en los idiomas pertenecientes a la cultura oriental, no existe una palabra que haga referencia a depresión, es más, la queja se presenta a través de síntomas corporales (somáticos) como lo es el cansancio o agotamiento, dificultades para conciliar el sueño y la falta o exceso de apetito, etc. y esto se debe a que no es aceptable el sentir síntomas “negativos” y expresarlos.
Por el contrario, en la cultura occidental, la flexibilidad del término lo ha hecho hasta desvalorizar su real significado. Ya ni nos sorprendemos al escuchar a alguien hablando de la depresión como si de una simple tristeza se tratara, por ejemplo.
¿Existen otros factores que intervengan en el desarrollo de la depresión?
La respuesta es sí, de hecho hay muchos, sobre todo porque existen numerosas combinaciones tanto biológicas como ambientales que pueden repercutirnos en algún momento de nuestras vidas.
Por ejemplo: hay elementos que se conocen como Factores Predisponentes, y son los que aumentan la probabilidad de sufrir de distintos trastornos desde la infancia e incluso antes, en el caso de la depresión, nos encontramos con los antecedentes familiares y los trastornos de personalidad, entre otros. También están los Factores Precipitantes, estos a su vez aumentan la probabilidad del desarrollo del trastorno en edades más avanzadas según nuestras propias experiencias, como pueden ser los duelos y pérdidas, separaciones, experiencias negativas o traumáticas en la infancia, etc.
Adicionalmente a estos elementos, también hay otros que intervienen en el desarrollo de la depresión como son: vínculos afectivos insanos, estilos de apego (en especial el apego inseguro) la dependencia emocional, rasgos y trastornos de personalidad, relaciones interpersonales negativas y la falta de habilidades sociales.
Todos estos componentes contribuyen al aislamiento, desvaloración, disminución de autoestima, sentimiento de rechazo y culpa, etc. y en parte es debido a un fallo en la percepción y recibimiento de refuerzo social.
¿Qué puedo hacer si me siento identificado con estos síntomas?
En primer lugar, buscar ayuda de profesionales de la salud, preferiblemente psicólogos, quienes podrán evaluarte, orientarte y ofrecerte la ayuda que más necesitas.
En segundo lugar, intentar poco a poco ir imponiéndote frente a esas emociones, es decir, incorporarte de la cama, mantener una higiene y vestimenta adecuada, salir de casa, dar paseos, reincorporarte a las actividades que te gustaban aunque no tengas ganas, realizar ejercicio físico y sobre todo mantener la mente ocupada.
Si percibes que tú o alguna de las personas que conoces, puedas o pueda estar sufriendo una depresión; no estás ni está sol@. Si necesitas la ayuda de un profesional de la psicología online, escribe a: info@terapiaencasa.es o dale a contacto
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