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Puede que, en ocasiones, observemos que nuestro comportamiento con otras personas -con las que somos afines y apreciamos-, puede cambiar. Dejamos de hacer nuestras cosas para complacer a los demás, dedicamos más tiempo en estas personas de lo habitual o del que nos dedicamos a nosotros mismos. Aceptamos realizar actividades o simplemente invitaciones, aunque no nos apetezca en ese momento y es solo para sentirnos cerca de esa persona, sentir que le importamos y sobre todo sentirnos queridos.
Este tipo de vínculos afectivos que podemos establecer, está mediado por nuestra experiencia infantil, y esto es, por la manera en la que desde pequeños nos hemos relacionado (inicialmente con nuestros padres o cuidadores). Para dar respuesta a esto, surge la Teoría del Apego, la cual estudia cómo los seres humanos creamos lazos afectivos.
Existen diferentes tipos de apego, encontramos el apego seguro, que parte de una relación confiable entre el/la niño/a y el/la cuidador/a, donde existe una comodidad con la presencia del adulto y un rechazo a la separación, sin embargo, es llevadera.
En el apego evitativo, el/la bebé presenta conductas distanciadoras y evade el contacto. Un/una niño/a con apego ambivalente o inseguro, suelen presentar conductas ansiosas, reaccionando ante las separaciones de una manera muy exagerada y les puede ser difícil continuar con su actividad una vez separado del cuidador.
Por último, encontramos el estilo de apego desorganizado que resume un comportamiento desorientado de los niños frente a sus padres o cuidadores.
El desarrollo de un estilo de apego u otro dependerá del tipo de regulación emocional que desarrolle el/la niño/a. En este sentido, mientras se desarrolle un apego seguro en la infancia, el tipo de relaciones que se generarán en el futuro serán más sanas y estables emocionalmente.
Por el contrario, un apego inseguro puede acarrear consecuencias futuras a nivel relacional e interaccional de la persona con los otros, como lo es el desarrollo de relaciones inestables, conflictivas y hasta dependientes.
¿Qué es la dependencia emocional?
La dependencia emocional es una dificultad que suele presentarse en las relaciones de pareja, sin embargo, se puede presentar en cualquier otro tipo de relación como familiar, de amistad, incluso laboral (aunque éste no es tan común).
Pasan a ser relaciones conocidas como ‘relaciones tóxicas’, éstas suelen estar caracterizadas por ser relaciones destructivas y desequilibradas. Existen muchos tipos de relaciones tóxicas, pero en general se caracterizan porque uno de los dos “tiene el poder” y el otro no, uno de los dos adopta conductas mucho más sumisas y el otro es quien ordena, etc.
Este tipo de comportamiento más sumiso, dócil, con tendencia a ser manipulado/a, etc, refleja una excesiva necesidad afectiva, baja autoestima, idealización del otro, negativa a lo que digan en contra de su pareja (o amigo/a) y es por esta razón que la persona puede permitir comportamientos hostiles, malos tratos, insultos y hasta agresiones. Estas personas poseen una fuerte creencia de que su compañero/a realmente los quiere y hace todo por el bienestar de ambos -que usualmente no es así-.
Las personas que mantienen conductas de dependencia, como hemos dicho, pueden no darse cuenta de lo que ocurre. En ocasiones puede ser su normalidad y que hayan pasado por esta misma situación en relaciones anteriores o en otro tipo de relaciones, ya que necesitan verificar que tienen una fuente segura a la que pueden acudir en cualquier momento y que, sobre todo, les proporciona afecto. Es por este motivo que “hacen lo que sea” para cuidarlo, mantenerlo junto a ellos/as y evitar así un abandono, aunque esto signifique una severa distorsión de la realidad.
Aunque no lo parezca, las relaciones tóxicas no están tan lejos de nosotros, y las podemos encontrar en cualquier círculo en el que nos desenvolvamos. Por esta razón, en ocasiones se puede tornar difícil lograr distinguir de lo que son comportamiento que demuestren dependencia emocional de otros comportamientos más flexibles, tolerantes o permisivos.
Puede que esto me esté pasando… ¿Qué puedo hacer?
En primer lugar, debemos estudiarnos a nosotros mismos, y podemos iniciar preguntándonos sobre la calidad de nuestras relaciones: cómo nos sentimos realmente, el tipo de trato que recibimos, qué nos ofrecen y cómo lo retribuimos.
Podemos también preguntarnos sobre las cosas que nos gustan del otro (sea pareja, amigo/a, familiar o sencillamente aquella persona con la que nos relacionemos), es importante conocer el tipo de demandas que nos plantean, por ejemplo: nivel de exigencia, si es algo que no me encuentro capaz de ofrecer y aun así debo cumplirlo; si existe comunicación entre ambas partes, si me siento escuchado o si existe la posibilidad de negociar o, por el contrario, se trata de imposiciones; si tengo miedo a sus respuestas o de cometer errores; en general, si me encuentro a gusto realmente con dicha relación.
Por otro lado, es necesario también mirar un poco hacia atrás y evaluar si este tipo de relación la he vivido antes: ¿con quién?, ¿cómo ha sido?, ¿cómo he actuado?
Hacer una lista comparativa, escribir al respecto, es una forma muy terapéutica de abrirnos y sincerarnos con nosotros mismos, ya que es frecuente sentir vergüenza de ciertas acciones o podemos también sentir temor al abrir los ojos.
Es importante preguntarnos por nosotros mismos: ¿cómo estoy?, ¿qué me gusta?, ¿qué espero del otro?, ¿qué puedo ofrecer? ¿qué estoy dispuesto/a a negociar y qué no?, ¿Cuáles son mis límites?, ¿considero que algo ha cambiado desde que tengo esta relación?, ¿Suelo mantener mi opinión o la cambio regularmente?, ¿qué siento cuando el otro se va?, ¿puedo lidiar con mi soledad?…
Todo esto nos ofrece información sobre las riendas de nuestra vida, si consideramos estar en el camino y con las personas correctas, si realmente somos nosotros los que tenemos nuestro control o lo tiene la otra persona. Estas preguntas nos ayudarán a irnos conociendo poco a poco y obtener señales sobre como realmente nos relacionamos con los demás.
Adicionalmente, nos hablará sobre la concepción que tenemos de nosotros y de los otros, cuánto nos valoramos o por el contrario si nos hemos descuidado un poco y poder empezar a trabajar en nuestra autoestima.
Si consideras que te encuentras en una situación similar a la comentada, ¡no te preocupes, porque se puede trabajar! Así que no dudes contactar con un psicólogo o psicóloga de Terapiaencasa.es que te ayudará a mejorar esas conductas dependientes. Escribe a: info@terapiaencasa.es o dale a contacto
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