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La discriminación, como bien se sabe, es aquella conducta que genera un perjuicio, rechazo y que limita la igualdad de una persona dentro de una sociedad. La discriminación es una manera humanizada de posicionarse superior frente a otra persona.
En el reino animal, la lucha por el poder se hace de unas maneras mayormente físicas, mientras que el ser humano adopta diferentes formas para superponerse a sus iguales. En este sentido la discriminación es un ataque psicológico, que parte de diferentes motivos, cualquier característica de la persona puede servir como motivo discriminativo.
Desde el inicio de la humanidad ha existido la discriminación, es por eso que se han creado innumerables grupos. Antiguamente una de las razones principales de discriminación había sido la raza, las enfermedades mentales, el estatus socioeconómico, el género y el sexo (características que siguen siendo discriminadas). Actualmente, las razones se han ampliado y parece que cualquier característica es lo suficientemente atractiva como para ser discriminada.
La discriminación es el motivo principal de la desigualdad social, es lo que ha generado tantos conflictos y guerras a través de los años y es lo que los mantiene actualmente. Como mencionaba antes, dentro de la lucha que existe en el reino animal y en cada especie por sobrevivir, adaptarse y conseguir ser más fuerte que el otro, el ser humano se ha dotado de sus propias maneras de conseguirlo y no es más que una guerra constante consigo mismo. Esto es una muestra más de lo mucho que los seres humanos nos parecemos a otros animales.
La discriminación es el motivo principal de la desigualdad social, es lo que ha generado tantos conflictos y guerras a través de los años.
Desde el desarrollo de las redes sociales, la discriminación se ha visto intensificada, no solo en cuanto a focos de atención, sino a su intensidad y repercusión. La discriminación se ha vuelto constante, persistente y con mayor dificultad de ser erradicada, ya que una persona discriminada lo percibe no solo en su lugar de trabajo o estudio, sino también en casa, en la calle o donde se conecte a sus redes sociales.
Por tanto, las redes sociales han permitido que el alcance de la discriminación llegue más lejos y con mayor fuerza.
Un ejemplo de esto es la persona que sufre bullying. Actualmente, un niño que sufre acoso escolar, no solo lo vive en ese entorno, también se está extendiendo a entornos independientes al colegio por redes sociales, a través de insultos, publicación de contenido sin autorización e incluso falsos envíos de mensajes con amenazas y otras formas, que ha generado que aumenten, sin medida, los daños emocionales, aumento de trastornos afectivos en estas edades y por supuesto, los casos de suicidio.
Cabe destacar que esta no es una situación que únicamente ocurre en menores, tenemos que visibilizar también el acoso laborar y cualquier otro tipo de acoso que pueda sufrir una persona.
La discriminación puede iniciar de muchas maneras y así mismo mantenerse. Puede darse de una forma muy sutil, haciendo chistes o comentarios jocosos sobre características personales, físicas, intelectuales, psicológicas, referidos a gustos, ideologías y preferencias de cualquier índole. Y, aunque nadie lo vea y parezca un problema invisible al que no se le da mayor importancia, esto no deja de ser una manifestación de la discriminación, ni deja de tener una grave afectación psicológica.
Posteriormente, encontramos las maneras más frontales y agresivas de discriminación, como es el en caso de empleo de la violencia sobre personas por su raza, orientación sexual e ideología política, entre otros.
Tanto la discriminación sutil o encubierta, como la discriminación más violenta, generan un grave daño emocional y psicológico de quien lo vive y de quien se identifica con la persona que lo sufre, produciendo en su víctima no solo inseguridad personal, sino también hacia los demás; encontrándose continuamente expuesto, sin un lugar seguro al cual acudir, amplio sentimiento de soledad e incluso, puede generar odio hacia sí mismo y hacia los demás.
Es importante destacar que la discriminación se aprende y que está muy inmersa en las distintas sociedades, si un niño observa como su figura de referencia emite descalificaciones de otra persona, por algunas de las características ya mencionadas o incluso otras, aprenderá a hacer lo mismo y lo valorará como un comportamiento normal.
Puede que no nos estemos dando cuenta de la importancia que tiene la crianza en este aspecto, pero estamos exponiendo a nuestra nueva generación a comportamientos de este estilo y también a sufrirlo.
En muchas ocasiones he podido escuchar frases como “no hables con ese niño”, “tienes que aguantar, no llores por eso”, ”tú eres más que eso”, “ese compañero de tu clase seguro tiene problemas, es muy raro”, “toda esa familia es rara, no juegues con ellos”… expuestas de padres a hijos. Así mismo, otro tipo de comentarios con motes para referirse a otras personas, como a inmigrantes, por ejemplo.
Encontramos también la discriminación transgeneracional, la cual indica que dicha discriminación se ha mantenido entre las generaciones, por lo cual, la enseñanza a los niños se dirige a conductas de sumisión con la finalidad de protegerlos.
La discriminación es un ataque dado por alguien que se siente amenazado. Una persona que discrimina a otra puede tener entre sus características, una gran inseguridad, baja autoestima y autoconcepto, puede sentir envidia, y que necesita sobreponerse a ello buscando intimidar a otra persona. Como si se tratara de una careta de autoeficiencia, superioridad, confianza, fortaleza y demás características personales, de las cuales realmente carece y busca conseguirlo minimizando a los demás.
Una persona que discrimina a otra puede tener entre sus características, una gran inseguridad, baja autoestima y autoconcepto, puede sentir envidia, y que necesita sobreponerse a ello buscando intimidar a otra persona.
Quisiera con esto aclarar que las personas que suelen ejercer la discriminación necesitan sentirse superior a la otra persona, sobre todo en apoyo social, lo cual crea una autopercepción de grandeza, de idolatría, de fortaleza y confianza en sí misma que no tiene, pero el que los demás lo observan y valoran así; les hace sentir de esta manera, que las personas buscarán estar de su lado, lo que a su vez reafirma este comportamiento: se trata de un refuerzo social.
Por su parte, una persona que sufre discriminación, ya se ha sentido discriminada previamente, por lo que puede parecer ser una persona introvertida, evitativa, con una visión insegura de sí misma y baja autoestima.
Entre los daños psicológicos que se originan por el sufrimiento de discriminación, se encuentra el sentimiento de culpa y vergüenza de la propia persona, por lo que puede llegar a generar ruptura de su identidad, depresión, ansiedad, comportamientos de sumisión o, por el contrario, muy violentos. Del mismo modo áreas vitales de la persona también se ven mermadas, como lo es a nivel laboral, exclusión social, disminución del sentimiento de pertenencia, etc.
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