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El Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) es un trastorno que se caracteriza por un patrón de pensamientos y miedos no deseados (obsesiones), así como de rituales o comportamientos repetitivos (compulsiones) de forma habitual y que genera pérdida en la calidad de vida de la persona y sufrimiento emocional. Esos pensamientos o imágenes mentales interfieren las actividades diarias y quien lo sufre es incapaz de controlarlos o pararlos.
Existen diversos factores de riesgo que pueden estar potenciando el desarrollo del trastorno, como la genética y la biología del cerebro, diferencias en la estructura y funcionamiento cerebral (estudios científicos actuales han encontrado divergencias en las estructuras cerebrales de las personas con TOC), historia familiar (familiares de primer grado que lo presenten es un factor precipitante), traumas (como el maltrato o abuso infantil) y acontecimientos estresantes.
Entre los síntomas del TOC incluimos tanto obsesiones como compulsiones. En algunas personas se darán ambos o sólo las obsesiones, o solo compulsiones. En ocasiones las personas que lo sufren no se dan cuenta de que estas obsesiones y/o compulsiones son excesivas o irracionales, pero ocupan mucho tiempo diario dedicado sólo a llevarlas a cabo, disminuyen la calidad de vida, pueden desarrollar pensamientos y/o comportamientos autolesivos e interfieren en la vida diaria y funcionamiento social, familiar, académico/laboral o de salud (por ejemplo, desarrollar dermatitis por un lavado excesivo de manos).
Vamos a ver cada uno de los síntomas. Podemos definir las obsesiones como pensamientos, impulsos o imágenes mentales que se repiten y generan malestar y ansiedad. Por más que la persona intenta ignorarles o evitarlos, es muy difícil deshacerse de ellas. Aparecen en momentos inadecuados y son incontrolables. Estas involucran diversos miedos como a los gérmenes, a perder o a olvidar algo (haber cerrado la puerta, apagado la estufa, las luces o el coche), a la contaminación, a la suciedad o a enfermar; dificultades severas de tolerar la incertidumbre, pensamientos agresivos y de lesión hacia uno mismo o los demás, pensamientos prohibidos no deseados (temáticas como la agresión, sexual o religiosidad), necesidad de que algunas cosas estén alineadas de una forma concreta y precisa, entre otros. Estas obsesiones generan una evitación de ciertos lugares, personas u objetos desencadenantes de la obsesión. Por ejemplo, evitar saludar a personas por miedo intenso a coger un virus y enfermar.
Las compulsiones son definidas como aquellos comportamientos que sentimos que debemos de hacer una y otra vez para reducir los niveles de malestar y ansiedad. Algunas de las compulsiones más usuales son el lavado de manos constante, operaciones o cálculos mentales compulsivamente (por ejemplo, contar en ciertos patrones), comprobación repetitiva (por ejemplo, comprobar repetidamente las puertas para asegurarnos que están cerradas), orden y organización estricta y de un modo concreto y único, seguimiento de una rutina estricta, búsqueda de tranquilidad (por ejemplo, repetir en silencio varias veces una oración, palabra o frase).
Como hemos visto antes, en muchas ocasiones se vuelve imposible intentar controlar o detener los pensamientos obsesivos, ya que eso solo aumenta el sufrimiento emocional y genera mayor ansiedad y obsesión. Para aliviar ese sufrimiento, sientes la necesidad de realizar actos compulsivos o rituales. Pero a pesar de los esfuerzos por ignorarlos o deshacerte de esos pensamientos, estos vuelven una y otra vez y entramos en el círculo vicioso del trastorno obsesivo-compulsivo. Como vemos, el papel de las compulsiones está claro: aliviar o eliminar lo mayor posible el sufrimiento y el malestar que generan los pensamientos obsesivos. Sin embargo, dejarse llevar por estas compulsiones no genera placer, si no que a corto plazo ofrece un alivio temporal, pero que a largo plazo perpetúa el problema y el sufrimiento vital.
Por ejemplo, si a menudo tus pensamientos van dirigidos a miedos recurrentes de enfermar o de contaminarte, las compulsiones irán dirigidas a prevenir en todo momento la contaminación, a través del lavado de manos compulsivo hasta llegar a sufrir heridas o grietas en las manos, uso excesivo de gel hidroalcohólico, hasta evitar lugares donde no sepas que es segura la limpieza.
Los niños también pueden desarrollar el Trastorno obsesivo-compulsivo. En su caso, no saben explicar el porqué de los rituales, sólo que “necesitan hacerlo” para sentirse aliviados o evitar que ocurra algo malo. Estos rituales dificultan la vida diaria del niño y de sus familias, ya que al igual que con los adultos estos rituales o compulsiones requieren una gran cantidad de tiempo y de energía, quitándole ese tiempo a tareas importantes como los deberes escolares, las tareas en casa o jugar en la calle o en casa con amigos y familiares. Esto va generando una pérdida de autoestima y sentimientos de vergüenza y de culpa.
En los niños y los adolescentes con TOC, las obsesiones más comunes son: miedo a la contaminación, suciedad o gérmenes, necesidad de simetría, orden y precisión, temor a que algún familiar o ellos mismos sufran una ansiedad, sonidos o palabras no deseadas, pensamientos agresivos o sexuales o preocupación por los elementos de la casa. Entre las compulsiones más comunes se encuentran los rituales de limpieza (lavado de manos, duchas y cepillado de dientes), repetición de rituales (repetir frases, cadenas de números o palabras; entrar y salir por la puerta repetidas veces), rituales de comprobación, con el tacto o para eliminar el efecto de “objetos contaminados”, ordenar objetos de una determinada forma y/o acumular o coleccionar cosas sin funcionalidad o valor.
El diagnóstico del TOC debe hacerlo un profesional sanitario cualificado y especializado, en el caso de niños se encargan el pediatra y el psicólogo infantil. Es necesario empezar a considerar estos pensamientos y rituales como un problema cuando:
Los tratamientos más eficaces y con mayor éxito para este trastorno son la Terapia Cognitivo Conductual junto a, según la gravedad de los síntomas y el grado de funcionalidad en el entorno, la medicación. Desde esta perspectiva, los psicólogos os podemos enseñar, tanto a adultos como a niños, diferentes formas de pensar, comportarse y reaccionar ante las obsesiones y sus compulsiones.
En esta terapia se expondrá de una forma gradual y progresiva al paciente a sus miedos, llegando a un acuerdo, entre paciente y terapeuta, de exposición y de restricción de los rituales para ayudar, tanto a que la ansiedad disminuya, como a interiorizar la idea de que no ocurrirá lo que el paciente imagina que ocurrirá si no se lleva a cabo la compulsion. De esta forma podrá aprender formas saludables a corto y largo plazo de lidiar con la ansiedad.
Si sospechas que tú o un familiar pueden padecer TOC, o ya contáis con un diagnóstico y necesitáis ayuda para lidiar con este trastorno, podéis contactar con nuestro equipo de expertos y solicitar tanto una valoración, como ayuda y herramientas para llevar gestionar las compulsiones.
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