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El miedo es uno de los motivos diarios más comunes que nos impiden tomar acción importante para nuestras vidas. Entendemos el miedo como una emoción primaria, básica y universal, necesaria porque nos avisa de que algo lo percibimos como un peligro real o imaginario. Es un mecanismo de supervivencia, útil y por el que gracias a él nuestra especie se ha mantenido hasta el día de hoy.
Aunque no hablamos de emociones positivas ni negativas, ya que todas son necesarias, sí que el miedo, la ansiedad, la frustración o la vergüenza acompañan pensamientos negativos sobre nosotros y sentimientos que nos generan mucha inseguridad y dominan nuestra vida.
El problema no reside en el miedo, sino en cómo lo percibimos, lo entendemos y lo gestionamos. Por ejemplo, es adaptativo tener miedo a un león porque objetivamente es un animal que puede poner en riesgo nuestra supervivencia, significa si ese mismo miedo aparece ante un examen oral (miedo a la exposición, inseguridad) y ese miedo te bloquea, se convierte en desadaptativo.
Las situaciones que provocan miedo son muy variadas y van a depender de nuestra historia de vida. Sentimientos miedo ante anticipaciones de peligro, lo que nos lleva a tomar medidas para evitarlo y mantenernos a salvo. Sin embargo, como hemos comentado antes, existen miedos irracionales, y se pueden identificar porque la respuesta es desproporcionada ante el peligro real. Hay muchos tipos de miedos, como hemos hablado en otras ocasiones. Existen las fobias, ansiedad social, miedo a exposición pública, agorafobia, miedo al miedo (como en los trastornos de ansiedad), miedo a las alturas, etc.
Como hemos comentado, el miedo nos avisa de un peligro y nos quiere poner a salvo. El mecanismo es sencillo: detectamos señales del contexto que son procesado por un sistema cerebral que se llama sistema límbico. Cuando considera que es un potencial peligro, se desencadenan una serie de reacciones fisiológicas (sube la adrenalina, los niveles de glucosa en sangre, tensión muscular, respiración rápida, las funciones corporales no necesarias se detienen) que nos permiten actuar en consecuencia y responder al peligro. Este sistema tiene un componente principal, la amígdala, que es la que analiza toda la información del entorno y detecta peligros, mientras que otras áreas del cerebro se dedican a procesar de forma racional estas emociones.
Y ahora vamos a lo importante:
Pues si que las hay y aquí te damos algunas recomendaciones generales:
Si pese a todos estos consejos sientes que el miedo te supera, puedes pedir ayuda psicológica para ayudarte de forma individualizada con tus miedos y que puedas retomar el control de tu vida. No dudes que te mereces vivir tranquilo/a.
«El miedo llamó a mi puerta y cuando abrí ya no había nadie”
Jaime Sabines
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