¿Te ha ocurrido que en algún momento de tu vida hayas tenido que enviar un documento y no lo has podido entregar hasta el último minuto porque “no era lo suficiente bueno”?, ¿Alguna vez te has “machacado” por no cumplir todas esas metas, en ocasiones poco realistas, y has sentido un “fracaso”? Y cuando han ocurrido estas situaciones… ¿has sentido ansiedad o te has sentido culpable o frustrado?, ¿A menudo crees que parar y descansar te está quitando horas de productividad?
Si esto es así, puede que lo que te ocurra es que presentas un patrón de comportamiento hiperexigente, algo muy común por las altas demandas de la sociedad.
¿Y qué es la ‘hiperexigencia’?
Cuando hablamos de hiperexigencia hacemos referencia a un patrón de comportamiento (pensamos, sentimos y actuamos) a través del cual nos exigimos a nosotros mismos un ritmo de trabajo o de estudio impositivo al que muchas veces no podemos llegar, que nos genera malestar y culpa por no haberlo podido cumplir, pero el cuál no podemos romper. Atribuimos nuestra identidad y nuestra valía a lograr todos esos objetivos, y cuando esto no ocurre emociones y pensamientos “negativos”, como son la culpa, la ira, la frustración o la tristeza.

Y ahora te preguntarás: ¿Y de dónde viene que me comporte así?
Hay muchos factores, entre ellos:
- Ambientes familiares estrictos y rígidos donde se exigía comportarse de determinada manera y que no había posibilidad de salir de esas normas no escritas.
- Perfeccionismo: Muchas veces el exceso de exigencia con uno mismo no está en la cantidad de trabajos a realizar si no en la calidad, siendo en muchas ocasiones insuficiente el esfuerzo por que “nunca está perfecto del todo”.
- Presión laboral: la competitividad de los mercados laborales y el miedo a perder el trabajo genera en muchas personas la necesidad de “sacrificarme por y para este trabajo”.
¿Qué consecuencias tiene en la vida?
- Problemas de sueño, uno de los factores en los que más influye la hiperexigencia. Podemos dormir poco porque hay que seguir trabajando, o no dormimos profundamente por esas preocupaciones que nos rondan la cabeza.
- Ansiedad y estrés, manteniéndonos en un estado de alerta constante.
- Mayor riesgo de caer en adicciones para contrarrestar el malestar que estamos sintiendo.
- Problemas familiares y sociales: mayor aislamiento, peor estado de ánimo, nos podemos sentir más irascibles o nos molestamos en seguida.
- Pensamientos rumiativos: Cuando hablamos de pensamientos rumiativos hacemos referencia a una tendencia a sobrepensar y darle vueltas a un mismo tema constantemente sin ser capaces de poder parar.
- Pensamientos de “todo o nada”, que en psicología denominamos como “Distorsión cognitiva”.
- Hablamos en términos muy estrictos y radicales.

Y ahora que sabemos lo que es… ¿qué puedo hacer si me estoy exigiendo demasiado?
Lo más importante es que seas capaz de detectar tu diálogo interno. ¿Cómo me hablo a menudo a mí mismo/a?, ¿En qué tono me dirijo a mí?, ¿estoy siendo justo con el trato que me doy? ¿Trato así a los demás?, y si no le hablaría así a un amigo o a un familiar, ¿por qué si lo hago conmigo mismo? ¿Qué es importante para mí en el trabajo o en los estudios?, ¿Cuál es esa meta realista que quiero lograr alcanzar?, ¿Y si no lo consigo, qué pasaría?
Una vez hayas detectado tu dialogo interno, reflexiona sobre aquellas frases y pensamientos que crees que están te haciendo vivir en hiperexigencia ¿cómo puedes cambiar esas palabras? ¿qué debes decirte para relativizar la situación? ¿puedes modificar situaciones de tu día a día?
Si te sientes identificado o identificada con este artículo y piensas que necesitas terapia psicológica para ponerle remedio, no dudes en ponerte en contacto con nuestro equipo de psicólogos online.
Si te ha gustado este artículo, indica el código promocional 22IR107 al solicitar tu cita y disfruta de la primera sesión gratuita y un descuento de 5€ en la segunda sesión.