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De forma general es habitual utilizar indistintamente los términos “ansiedad” y “estrés” para describir sensaciones de incomodidad o de tensión emocional. Si bien estos conceptos comparten ciertas características y pueden coexistir, se refieren a fenómenos distintos desde una perspectiva psicológica y neurofisiológica. Comprender la diferencia entre ansiedad y estrés es fundamental para el diagnóstico y para manejarlos de forma adecuada cada uno. Vamos a examinar sus principales características y qué podemos hacer para manejarlas.
El estrés es una respuesta natural del cuerpo y la mente a demandas o desafíos externos. Desde un punto de vista evolutivo, esta respuesta tiene un papel adaptativo: prepara al organismo para enfrentar situaciones potencialmente amenazantes o desafiantes. Cuando una persona se enfrenta a una situación que percibe como demandante, el cuerpo activa lo que comúnmente se denomina como la «respuesta de lucha o huida». Este proceso implica la liberación de hormonas como el cortisol y la adrenalina, que ayudan a preparar al cuerpo para enfrentar el desafío.
El estrés no es necesariamente algo negativo. De hecho, existen dos formas principales de estrés:
El estrés surge en respuesta a una amplia gama de estímulos o estresores. Algunos ejemplos comunes incluyen:
En resumen, el estrés es una respuesta a factores externos, y cuando los factores estresantes desaparecen, el malestar tiende a reducirse.
La ansiedad, por otro lado, es un mecanismo fisiológico que aunque también tiene una función adaptativa, está más relacionada con la anticipación de amenazas futuras. A diferencia del estrés, que suele estar vinculado a eventos o situaciones concretas, la ansiedad tiende a ser más abstracta y a veces incluso desproporcionada. La ansiedad puede surgir en ausencia de un peligro real, siendo muchas veces una respuesta exagerada a la percepción de amenazas que aún no han ocurrido o que tal vez nunca ocurrirán.
Al igual que el estrés, la ansiedad no es necesariamente negativa. Una cantidad moderada de ansiedad puede ser útil, ya que nos mantiene alerta y preparados para afrontar desafíos potenciales. Sin embargo, cuando la ansiedad es intensa, frecuente o desproporcionada con respecto a la situación, puede convertirse en un trastorno. La ansiedad patológica interfiere con la vida cotidiana, generando un malestar significativo y dificultando el funcionamiento normal en diversas áreas de la vida.
La ansiedad, al igual que el estrés, puede estar influenciada por factores externos. Sin embargo, también existen causas internas que predisponen a una persona a desarrollar un trastorno de ansiedad. Algunos de estos factores incluyen:
A pesar de que el estrés y la ansiedad comparten síntomas comunes, como la inquietud, la tensión y la fatiga, existen diferencias fundamentales entre ambos fenómenos.
Aunque estrés y ansiedad están relacionados y pueden presentar síntomas similares, son fenómenos diferentes en términos de sus causas, naturaleza y tratamiento. El estrés está más vinculado a factores externos y es temporal, mientras que la ansiedad puede ser crónica y estar relacionada con preocupaciones abstractas o desproporcionadas. Para un manejo eficaz de ambos problemas, es fundamental comprender estas diferencias y buscar el tratamiento adecuado que puede incluir intervenciones psicológicas, cambios en el estilo de vida y, en algunos casos, medicamentos.
Si sientes que no gestionas bien la ansiedad o el estrés, no dudes en escribirnos.
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