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Hace tiempo que en consulta – y fuera de ella – me encuentro que me hacen mucho este tipo de consulta: ¿mi forma de comer es normal? ¿tengo atracones? El aumento de conciencia respecto a estos temas tiene que ver, probablemente, con que la divulgación en redes sobre problemas psicológicos ha aumentado recientemente. También, sobre aquellos relacionados con nuestra conducta alimentaria. Toda la información al respecto resulta más accesible.
Esto tiene un efecto indiscutiblemente positivo: hay más información disponible y las personas tienen más conciencia sobre ello. Sin embargo, a veces la información es escueta o pueden quedar dudas. Así que vamos a tratar de resolverlas.
El Trastorno de Atracón forma parte de los llamados Trastornos de la Conducta Alimentaria. Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), un Trastorno de la Conducta Alimentaria (TCA) se caracteriza por una alteración en la alimentación o comportamientos asociados que causa un deterioro significativo en la salud física o en el funcionamiento psicosocial de la persona.
Dentro de esta categoría diagnóstica tan amplia, hay varios tipos de trastornos relacionados con la alimentación, la comida y el peso. Los más estudiados y conocidos a nivel social suelen ser la Anorexia Nerviosa y la Bulimia Nerviosa. Sin embargo, el Trastorno de Atracón ha sido el gran olvidado durante mucho tiempo al hablar de Trastornos de la Conducta Alimentaria, por lo que se sospecha que está más extendido entre la población de lo que se cree. La razón es que pocas veces es diagnosticado adecuadamente y que resulta más difícil de identificar entre las y los pacientes.
El DSM-5 define el Trastorno de Atracón como episodios recurrentes de atracones que deben producirse al menos una vez a la semana durante tres meses.
Se produce normalmente en personas que se encuentran en un peso normal, en sobrepeso y en personas obsesas; aunque la obesidad y los atracones no tienen por qué ir asociados.
La prevalencia que aparece en la literatura científica es relativamente baja, aunque se piensa que esto ocurre porque mucha población no identifica los atracones como tal, o no los considera un problema.
Los atracones se caracterizan por una ingesta de una gran cantidad de comida en poco tiempo, acompañado de sensación de falta de control, de que no se puede parar de comer, etc., llegando a sensaciones muy desagradables tras el mismo, físicas y emocionales, tales como vergüenza o culpa.
Es interesante ver que la prevalencia de personas con trastorno por atracón aumenta en aquellas que buscan tratamiento para bajar de peso: dietas, restricciones, ayunos, etc.
Podría parecer paradójico, ¿no? Pues no lo es, tiene mucho sentido a nivel biológico y psicológico:
En primer lugar, la probabilidad de caer en atracones aumenta cuando restringimos comida. Aquellas dietas ‘milagrosas’ que prometen –falsamente – una rápida bajada de peso suelen ser la antesala de los atracones.
Actualmente, y más ahora que comienza el verano y la famosa ‘operación bikini’, encontramos este tipo de dietas por todos lados. Además, en este aspecto, ha aparecido una nueva moda: el ayuno intermitente. Diversos nutricionistas y profesionales de la alimentación afirman los beneficios de este último para la salud y no pongo en duda que los tenga. Sin embargo, no todas las personas lo harán adecuadamente; muchas, ni siquiera, se pondrán en manos de un profesional para hacerlo, lo que puede desencadenar en diversos problemas de salud y, por supuesto, en un atracón.
En los casos mencionados, las personas tienden a restringir y a prohibirse alimentos por no ser saludables, por ser altos en grasas, altos en calorías… y tienden, sobre todo, a pasar hambre. Lo más probable es que si estamos un tiempo, más o menos largo, pasando hambre y privando a nuestro cuerpo de alimento cuando nos lo pide, finalmente nuestro cuerpo acabe pidiendo más cantidad y con más ansia. Lo que nos lleva al atracón.
A nivel psicológico, prohibirnos alguna comida tiene un efecto también paradójico: esa comida prohibida ocupará más espacio en nuestros pensamientos y será más molesto y difícil de evitar. Lo que nos lleva, también, al atracón antes o después.
En primer lugar, nos va a dar muchas pistas conocer cuál es el primer paso del trabajo para eliminar los atracones: lo más importante es no pasar hambre y no restringir alimentos, ya que como hemos visto la restricción conduce al atracón.
De esta forma, y junto a las y los profesionales que estén llevando tu plan alimenticio, habrá que crear un plan de comidas nutritivas y saciantes a lo largo del día. Habrá que eliminar las estratagemas de las que se suele echar mano para vencer al hambre: el hambre no hay que vencerlo, sino atenderlo; es nuestro cuerpo diciéndonos algo, escuchémoslo.
Así, la forma más saludable – y que evitará un posterior atracón – es intentar hacer nuestras cinco comidas diarias y, si aun así seguimos con hambre, intentar hacer modificaciones en nuestra dieta para evitar que esto ocurra. Y, si tras realizar todos estos cambios para evitar tener hambre, en algunos momentos del día, por el motivo que sea, sientes ganas de comer, créeme, psicológicamente, es mejor comer algo que aguantarte las ganas de comer.
Sí, con los alimentos ‘prohibidos’ también tenemos que trabajar. Imagina que se te apetece mucho comerte una galleta de chocolate, llevas horas pensando en ella, ya sabes que no es saludable y has sopesado todos los contras de comértela (azúcar, grasas saturadas, exceso de aditivos…), pero no hay manera; no puedes parar de pensar en ella. Pues sí, es mejor comerte esa galleta que te apetece cuando te apetece, que pasarte el día pensando en ella y acabar comiéndote el paquete entero cuando llega la noche.
Atender a nuestro cuerpo y nuestras apetencias en el momento en el que aparecen favorecerá una mejor relación con la comida.
“El hambre no hay que vencerlo, sino atenderlo; es nuestro cuerpo diciéndonos algo, escuchémoslo”
A nivel psicológico y emocional, tendremos que ver también qué está ocurriendo: muchas veces se cae en atracones porque sentimos ansiedad y la comida es una forma de relajarnos; quizás sea porque sentimos aburrimiento, o porque sentimos tristeza u otras emociones desagradables. Una mala gestión de las mismas puede conducirnos a tratar de regularnos desde la alimentación. Para evitarlo, escuchemos a nuestro cuerpo: ¿qué nos está diciendo? ¿Qué sensaciones tengo? ¿Qué estoy sintiendo? ¿De dónde viene esta emoción y qué mensaje me transmite?
Comprender toda esta base puede ser el comienzo para tratar de evitar en el ciclo restricción-atracón.
Si nuestra relación con la comida y nuestro cuerpo interfiere de forma significativa en nuestro día a día y nos genera malestar, lo más adecuado es buscar ayuda, cuanto más interdisciplinar mejor (psicología + nutrición + medicina), entremos en la categoría diagnóstica o no. A pesar de todo, esto no es importante, lo importante es cómo nos sentimos. Pongamos en el centro de nuestras prioridades nuestro cuidado y bienestar personal.
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