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Ahora que nuestra vida la podemos dividir entre lo presencial y lo virtual, ahora que es común conocer personas y entablar relaciones cada vez más afectivas a través de las redes sociales, se ha venido experimentando una manera de romper con estas relaciones también de manera virtual.
Las relaciones en general necesitan ser alimentadas para que se mantengan y perduren en el tiempo, sin embargo, hay relaciones que por diferentes motivos no funcionan y deben terminarse. Esto no solo ocurre con las relaciones presenciales sino también con las relaciones virtuales.
Estas relaciones virtuales incluso pueden generar mayor afectación y dependencia que hasta el tipo de relación presencial, aunque parezca que no, y esto se debe a que gracias al hecho de que sea virtual, nos ofrece mayor facilidad en fantasear con esa relación y llevarlas a límites que en efecto no son reales, pero vivirlo como si lo fuera.
Las personas que establecen relaciones virtuales la viven al cien por cien, no hace falta para ellas, estar presencialmente para contar con esa persona, para sentirse cerca, para comunicarse íntimamente y hasta enamorarse.
De hecho, es más común de lo que se piensa, el tener relaciones a distancia. Pero…
¿Qué ocurre cuando se “acaba el amor” o cuando esta relación deja de funcionar?
Se conoce actualmente como Ghosting a la conducta de romper o finalizar una relación de manera virtual, teniendo la posibilidad de “desaparecer” como un fantasma de la vida de la persona, pudiendo bloquearla de las distintas redes evitando así no solo el contacto sino el conocimiento de su vida en general.
Las relaciones virtuales facilitan la ruptura de estas mismas relaciones sin necesidad de vivir la experiencia en ocasiones incómoda de frecuentar los mismos lugares, tener amigos en común, acudir a las mismas actividades o incluso enfrentar esta propia situación. El Ghosting permite entonces, dar por finalizada la relación y continuar con la vida como si nada hubiese pasado.
¿Y esto como nos afecta?
Pues bien, el mismo hecho de entablar una relación bien a distancia o sencillamente a través de aplicaciones, nos libera la posibilidad de imaginarnos un sinfín de cosas, los límites pueden ser difusos en cuanto a que la persona no está físicamente contigo y el vínculo afectivo se torna diferente. Por un lado, puede ser mucho más superficial, o por el contrario mucho más profundo de lo que puede ser presencialmente.
En una relación virtual, el afecto viene dado por el contacto a través de la comunicación: “de cómo me habla” o “de lo que me dice”, pudiendo ser una imagen creada o la verdadera personalidad de la pareja quien genera todos esos efectos en la otra persona. No hay, como en el caso de las relaciones presenciales, un trato físico el cual pueda alimentar esa atracción, no hay ese “me acaricia de determinada manera que me gusta” o “las actividades que hacemos juntos me hace sentir muy bien”. Todas estas cosas que son complementarias a la forma de ser del individuo pero que aun así alimentan una relación es posible “crearlas” de manera imaginarias, con lo cual, al ser irreal, lo podemos idealizar hasta donde queramos, podemos creer lo que queramos, nos podemos crear una historia ilusoria sin mayores límites y puede que lejos de la realidad.
Cuando se da una ruptura en este tipo de relación – la persona desaparece de tu vida por completo- puede generar sentimientos no solo de vacíos (como también ocurre en las relaciones presenciales), sino también aún más semejantes al duelo. La percepción de esa ruptura está más inclinada a una separación porque “dejó de estar”, lo mismo que ocurre con la muerte. No existe quizás posibilidades de explicar lo que ocurre, negociar, o todo ese proceso por el cual si pasan las relaciones presenciales cuando están por finalizar.
Es importante destacar que las personas que tienden a mantener relaciones virtuales pueden en ocasiones no tener las suficientes herramientas para tener relaciones presenciales de algún tipo, pueden carecer de habilidades sociales, comunicativas y demás características que impidan su adecuado desenvolvimiento social. Es probable también que su red de apoyo presencial sea escasa, con lo cual, el sufrimiento generado por este Ghosting, puede ser intensificado y con mayor dificultad para resolverlo o superarlo.
Debemos darnos cuenta de que, frente al Ghosting, puede quedar un sentimiento desolador y de incertidumbre sobre lo que ha podido ocurrir, por qué la persona ha marchado por completo, e incluso afectar no solo nuestra estabilidad emocional sino también nuestra autoestima. Al romper con esa percepción placentera de nuestra relación ideal, la cual vivimos como real, sin previo aviso, sin una manifestación de insatisfacción por la otra persona puede acarrear muchos desajustes a nivel personal y sobre todo mental, no se trata solo de variar rutinas como coincide en el caso de las relaciones presenciales, se trata también de soportar un dolor que sabemos de donde proviene, pero no entendemos qué lo generó.
Este tipo de ruptura como hemos podido ver, son muy difíciles de afrontar, y es algo que se está viendo cada vez más en personas adultas jóvenes y adolescentes.
Si te ha pasado, háblalo y si lo necesitas contacta con nosotros a través de: info@terapiaencasa.es o dale a contacto.
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