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Es muy doloroso pasar por la separación emocional, saber que las cosas cambiarán y que indudablemente no volverán a ser como eran antes. Concientizarnos sobre lo que ocurre y, sobre todo entender que a partir de ahora tendremos que adaptarnos a una nueva situación sin su presencia.
A lo largo de nuestra vida pasamos por muchas situaciones de este estilo, podemos perder a personas muy valiosas, con quienes hemos compartido momentos y experiencias muy significantes para nosotros. Lo mismo ocurre con las mascotas que nos han acompañado, con el trabajo que hemos tenido, con la casa en la que hemos vivido… y sin duda, con un sinfín de elementos que nos hacían sentir bien y que ahora, puede que no estén.
Cuando hablamos de una separación o ruptura de un vínculo emocional, nos referimos a que no tendremos nuevamente acceso a esa relación más allá que en nuestros pensamientos, es decir, podremos recordar, más no continuará siendo parte de nuestra realidad.
Por tanto, proceso que nos llevará a aceptarlo y a adaptarnos a esta nueva situación y por fin continuar, se llama “Duelo”.
A menudo, relacionamos el duelo con pérdidas físicas de personas significativas en nuestra vida, es decir, que la separación es producto de la muerte. Sin embargo, el duelo no aparece únicamente tras la desaparición física, también puede ocurrir en vida, cuando nos separamos de lo que para nosotros ha sido importante y con lo que hemos generado un vínculo afectivo.
No obstante, es entendible esta asociación, dado que la muerte es lo único permanente, es lo único que no podemos cambiar por más que queramos… frente a todo lo demás, podemos mantener un hilo de ilusión o esperanza que nos haga sentir que las cosas podrán ser diferentes y volver a ser como antes, hasta que aceptamos la pérdida.
Con lo cual, podemos experimentar el duelo tras una ruptura sentimental de pareja, de amistad, incluso, partir de nuestro trabajo de siempre o en el que me he encontrado mejor puede generar un dolor muy profundo que necesitemos trabajar.
¿Qué es el duelo?
El duelo es el proceso por el cual, entendemos que dicha relación ha llegado a su fin, comprendemos y nos adaptamos a que no volverá a ser como era y, por último, nos reorganizamos para emprender un nuevo camino sin esa relación afectiva (esa persona, esa mascota, esa casa, ese trabajo) que teníamos antes. En síntesis, es el proceso adaptativo que se da tras la ruptura de un vínculo afectivo y consta de 5 fases: negación, ira, negociación, depresión y aceptación.
Cuando recibimos la noticia de la pérdida, en nuestro organismo pueden aparecer una serie de emociones y síntomas muy variados, desde quedarnos paralizados, dejar de escuchar o entender lo que nos dicen, conductas agresivas, desesperación, llanto, movimientos incontrolables e incluso pérdida de conocimiento. Todas estas reacciones fisiológicas y emocionales responden a una amenaza o a un estímulo que nos hace daño y el cuerpo busca todas las maneras posibles de defenderse contra eso y proteger nuestra mente.
Por lo tanto, todas estas conductas que parecen irracionales o desproporcionales son maneras que tiene el cuerpo de defenderse ante algo que de momento no entiende y sufre una activación muy brusca de repente, con lo cual, todas estas reacciones, son válidas.
Algo muy importante que me gustaría resaltar llegados a este punto es que, ninguna reacción será mejor o peor que otra, lo que podrá ser es más o menos adaptativa según las consecuencias que éstas generen en el individuo que la emite. Es por eso por lo que, debemos darnos y darle al otro el espacio que necesita y no exigir que se actúe con normalidad, de determinada manera o como si no pasara nada, porque no hay nada de “anormal” en situaciones como esta, nuevamente, cualquier reacción es válida y podría ser “normal”.
Adicionalmente mencionar, que esta pérdida o separación puede haber sido o no, anunciada previamente. Por un lado, al estar anunciado o que supiéramos de antemano que podría suceder (enfermedad terminal, aviso de despido, problemas en la relación, buscar otra vivienda…) nos ayuda a enfrentar esta situación de un punto más “ventajoso” y con un nivel de activación menor, ya que hemos podido elaborar lo que ocurrirá, hemos ido integrando opciones en nuestros esquemas y desarrollando alternativas en nuestra mente de cómo podrá ser los siguientes pasos, o nuestra vida después de (es importante que esto lo tomemos con pinzas y aclarar que la ventaja no genera calma ni tranquilidad). Por otro lado, cuando se trata de un evento inesperado (ERE, accidente, desalojo, etc.) no hemos podido prepararnos ante aquello que nos atenta ahora, porque sencillamente, hasta este momento no existía.
Por esta razón es importante no hacer juicios de valor ni hacia la persona que lo está viviendo, ni a nosotros mismos si es el caso, porque no es el momento, ni tampoco es sano o funcional valorar si lo estamos haciendo bien o mal, estamos respondiendo como podemos hacerlo, recordemos que las reacciones no son conscientes. Hay que darnos cuenta de que, es un impacto emocional muy fuerte y que no debemos exigir sino más bien empatizar, en estas situaciones no caben expresiones como: “si ya sabías que pasaría, ¿cómo te pones así?” o “Bueno, ya sabías que este momento llegaría”.
Es difícil encontrar el momento adecuado para recibir una noticia de esta índole, por eso las reacciones pueden ser muy variadas.
Las etapas del proceso de duelo son generalizables, es decir, son un conjunto de fases compuestas por conductas diferenciadas, que la gran mayoría de las personas emitimos cuando nos enfrentamos a estas situaciones. Aunque no se descartan diferencias individuales, éstas pueden estar referidas mayormente a la velocidad con la que se supera una o varias de estas etapas, que es lo que realmente puede originar el duelo patológico del cual hablaré más adelante.
La primera fase de este proceso es la Negación, situémonos en el contexto de que se trate del fallecimiento de una persona cercana y que significa mucho para nosotros, probablemente una de las primeras cosas que suceda es dudar sobre lo que me están diciendo, porque nos podemos acordar de haberle visto la última vez bien, que le hemos visto recientemente o que incluso haber tenido contacto con esa persona en momentos previos. Por tanto, negaremos que esto realmente sea así y que la persona ya no esté.
La segunda fase consiste en la Ira y es usual hacernos preguntas como: ¿Por qué me pasa esto a mí? ¿Qué he hecho mal? ¿Cómo esta persona me hace esto? Siguiendo con el contexto anterior, nuestro organismo y mente responden a una amenaza, a algo que nos hace daño, a su vez necesitamos entender que es lo que ocurre y cómo ha podido ocurrir. En esta fase pueden pasar muchas cosas, como no querer saber nada al respecto, buscar responsabilidad en otras personas, culpar y sentirnos culpables.
Posteriormente cuando llegamos a la Negociación, tercera fase, podemos sentirnos de alguna manera más calmados y que podemos empezar a recibir información al respecto y engranarla con la información previa. En esta fase, empezamos a entender lo que ha ocurrido y que no es culpa nuestra lo que ha pasado, esto inicia la fase Depresiva del duelo en la que sentimos muy profundamente la pérdida, entendemos que esta persona no estará nuevamente con nosotros y todo lo que esto implica: no verle más, que las cosas que antes compartíamos o dinámicas ya no lo podremos hacer juntos, que no tendremos acceso a ella y esto sin duda alguna, duele.
La fase de depresión, al igual que todas las demás, es muy importante, porque es la fase donde conectamos realmente con nuestras emociones, suele llevar incluso más tiempo que las demás porque necesitamos canalizar el suceso, gestionar nuestras emociones y claramente, es un proceso. Quisiera acotar que esto no significa que estemos deprimidos o que desarrollemos un trastorno depresivo, esto sencillamente nos indica que estamos pasando por una situación muy dolorosa y que estamos próximos a finalizar este proceso de duelo.
Por último, encontramos la fase de Aceptación de lo sucedido, de lo que significa esto para nosotros y de lo que será nuestra vida a partir de ahora. Aceptar que estamos vivos y que debemos seguir viviendo, que tenemos derecho de hacerlo, de disfrutar nuestra vida y continuar nuestro camino.
El duelo no es un proceso rígido, no hay un tiempo específico para iniciar una fase y pasar a la siguiente, eso dependerá de la persona (mascota, trabajo, etc.), el tipo de relación y, sobre todo, del vínculo afectivo generado. Sin embargo, es importante considerar o evaluar cómo se está dando este proceso, cómo nos afecta en nuestra vida diaria y si estamos encontrando los medios más adecuados para afrontarlo.
Si observamos que nos genera un gran malestar, que no sabemos cómo continuar y que ha pasado alrededor de 6 meses desde la pérdida o separación y no logramos levantar cabeza ni adaptarnos, es importante que contactemos con un profesional de la salud mental, porque podemos estar viviendo un duelo patológico, y requerir una atención más específica. Si este es tu caso, si crees que le puede estar pasando a alguien, contacta con nosotros a través de info@terapiaencasa.es o dale a contacto (recuerda la primera sesión es gratuita) donde cualquiera de nuestros profesionales te dará la ayuda y el apoyo que necesitas.
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